crear lo imposible a través de una metáfora posible
La poesía ha sido a través de las civilizaciones, un lugar común para quienes se sustentan de esas pequeñas cosas emanadas de los entresijos más recónditos de lo que comúnmente se ha dado en llamar misterio, de esas pequeñas artimañas a veces bonitas, la mayor de las veces feas, por mal diseñadas, por abstractas y por efímeras dentro del diario devenir, esas cosas informes, incoloras e impalpables, a las que hemos dado por llamar ideas, y que se apilan una junto a otra en las múltiples y enmarañadas buhardillas de nuestra memoria. La labor a que se afierra con incansable paciencia el poeta, o quien pretenda serlo, es al hecho de transmutar esas cosas ínfimas, casi evanescentes, en palabras físicas, hacer de la idea un lenguaje, ir revocando ese lenguaje una y otra vez, hasta después de muchísimo tiempo poder depurarlo y sacar de ese océano de ideas propias y lecturas ajenas una forma inequívoca de expresión, que la vea como suya, que sea el sello en su frente que lo distinga de los miles y miles de condenados a vagar sin rumbo por los eternos valles de la vocación poética, remitiéndonos al perfecto mago de las letras francesas, Charles Baudelaire, “la poesía es la metamorfosis mística de todos mis sentidos fundidos en uno solo”, resumiría así, tan entrañable, como inconcreto, acto.
Es el poeta un ser indefinido dentro de la sociedad, un ser que a la vez que trabaja con la más fina orfebrería del lenguaje, raramente lo transmutará en oro, tal y como en Uno de tantos, Carlos Gózales Afre lo deja entrever, al inicio de este libro, pero lejos de su ser social, el poeta va desenmarañando los más complejos atavíos de la conciencia humana, sin más remuneración que el hecho de irse liberando a si mismo de sus propios dogmas, de las utopías impuestas desde el minuto mismo de su nacimiento, deslizándose de libro en libro, de hoja en hoja, hasta hacerse a si mismo la efigie misma del deseo congénito, aunque domesticado, de la humanidad por un día llegar a ser libre, de esos atavíos que ella misma ha ido forjando a lo largo y ancho del tiempo, de eso dogmas que los poetas en la noche de los tiempos crearon, y que los comerciantes a la luz de la historia convirtieron precisamente en dogmas, en cadenas y en pesos que invisiblemente acarreamos de calle en calle y de callejón en callejón, hasta la última morada.
Es cada hecho poético una celebración de la libertad, y el estar acá en la entrega de un libro que reúne a los poetas que por más de un siglo lucharon por poseer la suya propia, desde el enclaustramiento de la palabra, es una razón para ver la esencia fundamental de la palabra, como ente civilizador, más que como mera distracción, como las transnacionales de las letras la han transformado hoy en día, como la posibilidad de forjar un mundo más dinámico y menos asimétrico en cuanto a la valorización intelectual, en detrimento de las soluciones momentáneas o, como en el día a día nuestro, esas soluciones violentas, que silenciosamente van carcomiendo los cimientos de esta sociedad en que, irónicamente, intentamos desarrollarnos, hay en este libro una reunión de las voces más plurales que la pon de la cueva de Judas, que el incienso del tabernáculo de Maximón y las anónimas brisas del milenario Xocomil han albergado a lo largo del siglo XX, y es labor nuestra dar el espacio que merece cada cual, a la vez que es labor nuestra iniciar desde nuestra trinchera esa lucha individual por la libertad del ser humano, que sólo se inaugura a partir del aprecio por el pensamiento, por la palabra y por el humanismo. El arte del pensamiento ahuyenta las tinieblas de la ignorancia que sofoca el aire, ese es la dadiva más significativa que a cada uno de los poetas acá incluidos podemos a partir de esta noche dar.
Es el poeta un ser indefinido dentro de la sociedad, un ser que a la vez que trabaja con la más fina orfebrería del lenguaje, raramente lo transmutará en oro, tal y como en Uno de tantos, Carlos Gózales Afre lo deja entrever, al inicio de este libro, pero lejos de su ser social, el poeta va desenmarañando los más complejos atavíos de la conciencia humana, sin más remuneración que el hecho de irse liberando a si mismo de sus propios dogmas, de las utopías impuestas desde el minuto mismo de su nacimiento, deslizándose de libro en libro, de hoja en hoja, hasta hacerse a si mismo la efigie misma del deseo congénito, aunque domesticado, de la humanidad por un día llegar a ser libre, de esos atavíos que ella misma ha ido forjando a lo largo y ancho del tiempo, de eso dogmas que los poetas en la noche de los tiempos crearon, y que los comerciantes a la luz de la historia convirtieron precisamente en dogmas, en cadenas y en pesos que invisiblemente acarreamos de calle en calle y de callejón en callejón, hasta la última morada.
Es cada hecho poético una celebración de la libertad, y el estar acá en la entrega de un libro que reúne a los poetas que por más de un siglo lucharon por poseer la suya propia, desde el enclaustramiento de la palabra, es una razón para ver la esencia fundamental de la palabra, como ente civilizador, más que como mera distracción, como las transnacionales de las letras la han transformado hoy en día, como la posibilidad de forjar un mundo más dinámico y menos asimétrico en cuanto a la valorización intelectual, en detrimento de las soluciones momentáneas o, como en el día a día nuestro, esas soluciones violentas, que silenciosamente van carcomiendo los cimientos de esta sociedad en que, irónicamente, intentamos desarrollarnos, hay en este libro una reunión de las voces más plurales que la pon de la cueva de Judas, que el incienso del tabernáculo de Maximón y las anónimas brisas del milenario Xocomil han albergado a lo largo del siglo XX, y es labor nuestra dar el espacio que merece cada cual, a la vez que es labor nuestra iniciar desde nuestra trinchera esa lucha individual por la libertad del ser humano, que sólo se inaugura a partir del aprecio por el pensamiento, por la palabra y por el humanismo. El arte del pensamiento ahuyenta las tinieblas de la ignorancia que sofoca el aire, ese es la dadiva más significativa que a cada uno de los poetas acá incluidos podemos a partir de esta noche dar.
Guatemala, 25 de julio de 2006
Presentación del libro Nubes de Desolvido (Antología de poetas sololatecos)
2 Comments:
Lamentablemente no podré asistir a la presentación en UVG, pero estoy seguro no notarán mi ausencia ;-)
Déjeme entonces caballero, por este medio, congratularme con ud. y con quienes hicieron posible lo que a veces pareciera imposible en estas latitudes. De verdad, mis respetos y mi admiración..
Espero con ansias devorar y disfrutar su trabajo.
Desde mi reducto entre la Piedra del Zope y Jukanya..
Qué hubo Angelito? Pues que le diré que siempre es un gusto saber de ud y compartir sus obras, es un alisiente para muchos que no escribimos, por que nunca hay "tiempo", darnos cuenta que siempre hay alguien que lo hace y que nos invita a desempolvar las ansias e imaginar que escribimos hasta que deletreamos muertos de cansancio hasta nuestra última palabra.
Post a Comment
<< Home