polizonte en la nave de los locos

para muchos una palabra es un enser, para mi en cambio es una razón

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Location: Guatemala

Tuesday, June 13, 2006

el hombre tras la posibilidad de narrarse a sí mismo


Tal y como lo señala Hans Magnus Enzensberger, no fue necesario de que existiese un lenguaje escrito como tal, para que el ser humano sintiese la necesidad primero y el placer después por contar pequeñas historias a sus contemporáneos; siendo así que el cuento nace en sus raíces más hondas más como un heredero de la tradición oral, existente desde los inicios de la humanidad misma, que como un elemento dentro de la tradición literaria, paso que ineludiblemente dio con el correr de los siglos y la inexorable difusión del lenguaje escrito, y que le daba el agregado de ser un legado en su forma concreta inicial hacia un futuro, acoplándose de muy buena gana a las normas del alfabeto y luego de la gramática, es así como la génesis del cuento se halla perdida en la misma noche de los siglos, intrínseca a las primeras luces de la raza humana como tal.
El proceso en sí del cuento se definía en una vertiente que era legar a las postreras generaciones la información, en forma interesante, de lo acaecido durante la existencia de la que narraba, conforme se fue madurando dicho proceso, y fueron desarrollando nuevos elementos dentro del mismo, apareció una nueva vertiente como lo fue la el uso de la imaginación, llegando a cobrar forma la Fabula, que en Esopo alcanzó el non plus ultra de la antigüedad, pero es inequívoco, pese a la honda tradición que china e india tienen respecto a la tradición del cuento, que el libro de cuentos por antonomasia que representará por siempre a la edad antigua es Las mil y una noches, mismo que nos confirma la intuición de su origen oral, al ser su hilo conductor el hecho de que la princesa Shereszade cuente las más diversas historias cada noche, así vendría el cuento legando para el futuro pequeños instantes de cada sociedad en la que se desarrollaba, hasta llegar a exponentes tan formados en el siglo XIX, como Edgar Allan Poe, Guy de Maupassent, Antón Chejov o los hermanos Grimm, por mencionar sólo algunos cuya obra es ya parte de la literatura universal.
La narrativa corta es el espacio donde el autor más claro vinculo tiene con el lector, pues es una transmisión puramente cerebral, más complaciente que la poesía, pues únicamente se remite a la transmisión de un concepto que entre más claro, mejor acabado estará, sin requerir mayor preparación por parte del lector o escucha, según sea el caso, y sin necesitar de la dedicación de tanto tiempo como en la novela, ni de tanta reflexión como la filosofía, lo que no implica que el cuento no induzca a una reflexión, pero a una de índole más cotidiana y por ende más accesible, con lo que pasa a ser la expresión literaria más universal de todas, más aun con la inmediatez que le ha concedido la expansión del cuento corto, y extremadamente corto, durante el siglo XX, siglo en el que se abrió la puerta a la experimentación sobre el mismo, con autores como Marcel Schwob o George Bataille que supieron con maestría arrastrarlo por los vericuetos del surrealismo, que en un inicio era meramente poético, así transcurre su estadía, multiplicación y diversificación a lo largo y ancho de dicho siglo, quedando como su más accesible legado, en autores como Truman Capote, Raymond Carver o Irvine Welsh.
Latinoamérica abona en este sentido a dos escritores que pueden ser tomados ya como parte de la tradición universal, Jorge Luis Borges por un lado, quien en vida pasó a ser un verdadero clásico, con un estilo a la vez que mágico, profundo, en el cual supo delinear todo el concepto que en cuanto a cuento es valido, a la vez que revivir en cierta forma, y dentro de pleno siglo XX, el sortilegio que a Las mil y una noches le era inherente, transplantando a Latinoamérica, un continente ciertamente joven dentro de la tradición literaria, todo un legado milenario que sólo él supo absorber en sus agotados ojos. Por aparte, y para satisfacción nuestra, podemos citar a ese gran heredero y actualizador de la fábula, Augusto Monterroso, hay en Monterroso esa falsa simpleza que hace aun al lector menos instruido acercarse a sus textos con la más sólida confianza, pero que una vez dentro del ruedo, va desenmarañando el sub-sentido que le es intrínseco a cada uno, por simple que a primera vista pueda parecer, haciendo de Monterroso el fabulista de la modernidad a la vez que un re-actualizador de la más pura tradición del refinado sarcasmo tan dado a los franceses de la segunda parte del siglo XVIII, pero con un grado más de sutileza, pues todos y ninguno cabemos a su vez dentro de cada personaje de sus fábulas, con lo que todos ríen y nadie se halla aludido, tal y como en una carta afirmara Jonathan Swift: la ventaja de hacer impersonal la narrativa es que nadie se da por aludido y todos ríen, pues aseguran para sus adentros que a quien se refiere el sarcasmo es precisamente al vecino, y si éste no es de su devoción, cuanto mejor.
Dado lo anterior, podemos tener la más clara certeza de que el cuento es elemento fundamental de lo que la humanidad ha legado, lo cual a su vez nos compromete a darle continuidad al mismo, buscar dentro de si cada vez nuevas posibilidades, a fin de testimoniar de la mejor manera lo que nuestro tiempo representa, no de lo que nos es convicción, pues no podemos obviar que el cuento en ningún momento es propositibo sino únicamente narrativo, y que en el camino hacia un futuro atestado de tecnología podamos garantizarle al cuento un sitio dentro de ella, un cuento moderno, articulado y dueño de sí, que no sea huraño de las nuevas formulas, sino como en la antigüedad, su forma más clara y accesible.

Zacapa 06 de Mayo de 2006