polizonte en la nave de los locos

para muchos una palabra es un enser, para mi en cambio es una razón

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Location: Guatemala

Thursday, June 07, 2012

inventario de una literatura ni hermosa ni maldita


Con suma frecuencia, más de la que quisiera, me descubro buscando trabajos absurdos ejecutados por personajes que no encajan dentro de la sociedad ficticia en la cual se desarrollará la probable historia en la que los incluiré; casi con la misma frecuencia descubro que el trabajo es el de escritor y que la sociedad tan poco probable y en la que resulta tan absurdo ser escritor no es otra que la mía, en la cual quien escribe lo hace para un lector inexistente o en el mejor de los casos tan imaginario como sus propios personajes; esto no evita que unos cuantos se dediquen a esa tarea lenta, laboriosa e incomprendida, en la cual a lo máximo que aspiran como reconocimiento social ante la publicación de una de sus obras es a un poco caluroso “qué fumaste vos”.
Algo que en no pocos casos orilla al autor, o a quien pretende serlo, al aislamiento, intelectual o incluso social, al egoísmo publico sobre su quehacer; convirtiéndose, más por tranquilidad que por moda, en un ser marginal, que se siente mejor ensimismado dentro de su propia burbuja o frente a una pantalla a través de la cual sociabiliza con otros, que aunque lejanos, son más inmediatos al sentido de su trabajo; ya que en lo local, a diferencia de labores más edificantes como el foot ball, lo suyo no es ni siquiera considerado trabajo, sino una simple rama, una de las más snob si se quiere, de ese frondoso árbol de la vagancia.
Hasta este punto poco o nada separa al cuentista de nuestra generación de los cuentistas de las generaciones que le precedieron y tampoco, a menos que nuestro eco sistema cultural involucione a algo aún peor, tendrán mucho que envidiarle los posibles autores de  generaciones más actuales como la del MSN y el SMS.
Lo que marca a ese grupo de gente, a la que Douglas Couplan inventarió bajo la etiqueta de generación X, es el haber experimentado y atestiguado ese espacio de transición tecnológica, cultural y política. En tecnología transitamos del cassette al mp3 y de la maquina de escribir a la PC, algo que aunque en apariencia simple, definió mucho nuestra forma de ver el mundo; luego ese paso entre el imaginario patrio chapín y el imaginario transnacional fast food actual, y por último la decisión de quienes gobiernan este país, aunque no votemos por ellos ni hablen nuestro idioma, de terminar la guerra contra el comunismo e iniciar la tan aclamada guerra contra el narcotráfico; algo que de manera abrupta cambió el panorama urbano, ideológico y de manera automática el literario.
Nuestra generación, al no ser ex guerrilleros, hijos de guerrilleros o dizque guerrilleros, que eran los más, tubo poca conexión con generaciones anteriores y por ende un acceso limitado al espacio editorial local; la publicación de sus primeros trabajos estuvo marcada por la autogestión, lo que permitió la aparición de materiales muy anárquicos que distaban de esa literatura políticamente correcta que tanto gustaba a los tres o cuatro gatos que leían en este país. Dado lo anterior, no deja de ser paradójico que sea una transnacional como Alfaguara quien se halla tomado el trabajo de publicar una antología sobre dicha generación.
Ni hermosa Ni maldita, que es el titulo que se le han dado al libro, reúne 24 fotocopias de una época marcada por la silenciosa imposición de un sistema de uniformación cultural global, empecinado en cortar de raíz todo rastro de localismo, lo que en una sociedad de analfabetos funcionales crónicos como la nuestra tampoco fue difícil; claro que, como en toda fotocopia, algunos claros salieron más claros y algunos oscuros salieron más oscuros, y esas diferencias con el original, o sea la realidad, son las que le dan el toque de ficción a cada trabajo, alejando a su autor de ser un simple copy paste de su tiempo y convirtiéndole precisamente en un cuentista.
El merito de esta generación fue querer pensar en una época en la cual ya no era permitido pensar, sólo consumir; no intentó ser la versión local del movimiento literario tal, sino que fueron como niños con los ojos vendados, queriendo encontrar las claves de una sociedad que ni por asomo era lo que decía ser; y que aunque no encontró las respuestas que deseaba, al menos encontró la forma de realizar las preguntas que necesitaba, esto a través de esa literatura inicialmente sin referentes literarios y en la cual mostró ese desasosiego cuyos márgenes sin duda oscilan entre la inconformidad social-cultural que se manifiesta en la marginalidad de Estuardo Prado y el desarraigo geográfico-cultural que se lee en la auto sustracción de Eduardo Halfon.
La generación X se caracterizó por producir una literatura hibrida, iconoclasta e incluso escatológica, sin expectativas por igualar, superar o confrontar la obra de las generaciones previas, pues simplemente no tenía noticias de que existiera algo denominado literatura nacional, eso no aparecía en Mtv, de eso nos enteramos hasta mucho después de iniciado el camino; justo cuando se nos endilgó el epíteto de la generación del desencanto, para ubicarnos dentro del mapa del imaginario político-intelectual local; pero no, la nuestra, como las anteriores, fue la generación del encanto por todo eso que culturalmente no éramos, la diferencia es que mientras ellos veían hacia Washington o Moscú, nosotros vimos para todos lados a través de una simple pantalla, y el resultado es este, que hoy con esta antología Alfaguara resume, una mirada literaria acerca de una época que fue poco o nada literaria.

Hoy a las 7:00 P.M.
En Gran Hotel, 9 calle 7-64 del centro histérico 
La admisión, como todo buen evento literario, es gratuita