aparezco en google, luego existo
El mono, si mal no recuerdo, viene siendo según los darwinistas algo así como nuestro bisabuelo y según los creacionistas más o menos nuestro primo hermano, pero es innegable que más de algo debemos de tener en común con dicho primate, en especial esa obsesión por figurar siempre, con la expansión de la red se nos ha permitido abandonar nuestro entorno para lanzarnos al plano mundial con apenas unas horas de trabajo semanal, sin incurrir en mayores gastos económicos y omitiendo lo engorroso que tener un website podía llegar a ser, ahora contamos con redes sociales gratuitas como Hi5, Facebook, MySpace o el Blog y adherirnos a una, aún incipiente, cibersociedad cada vez más grande. Cuando a uno le dan un nombre lo primero que hace es rastrearlo a través de Google y si no aparece, queda el sentimiento de que se trata de alguien inexistente, no importa qué tanto se tenga que decir, lo importante es estar, de esa cuenta vamos contando nuestras vidas a través de perfiles de Hi5 o de Facebook, en los cuales se despliega una cantidad inconmensurable de fotografías que nos describen la cotidianidad de las personas, otros vamos contando nuestras inquietudes a través de un blog o existen quienes plantean a la opinión publica sus proyectos musicales a través de un MySpace.
Pero, ¿qué nos hace tan necesaria la participación en dichos espacios?, creo que la palabra básica es soledad, ese temor a vernos todas las mañanas ante el mismo espejo y ser los únicos espectadores de lo que sucede en nuestras vidas o ese silencioso temor de quedarnos en un limbo intelectual en el que únicamente nos leamos nosotros mismos, el ser humano hoy en día se siente más desolado que nunca y es cuando más compañía busca, cuando se está vacío por dentro se siente aún más el peso de la soledad, entonces que mejor que contar eso que somos, creemos o deseamos ser, en un espacio de alcance ilimitado, que nos permita, si no borrar, al menos amainar un poco esa profunda soledad, eximirnos del entorno y pasar a ser lo que internamente soñamos ser. Algunos, los pocos ajenos al fenómeno, se preguntarán qué sentido tiene configurar espacios que nada más salir de la habitación se quedarán confinados a una pantalla y a una red intangible, pues simple y sencillamente es una forma de negar la nada, una formula personal de llenar ese secreto resquicio que muy adentro nos carcome incesantemente, que no es el temor a la muerte en sí, sino el temor a dejar de ser, el temor a pasar a ser parte del inventario de eso que llamamos La Nada, el ser humano respondiendo a esa necesidad perpetua de trascender para no desaparecer en medio del más inmisericorde anonimato, transmite sus ideas, o la total falta de las mismas, según sea el caso, hacia otros seres igual de anónimos, contactos distantes que nos recuerdan que, aunque el vendedor de caramelos no se atraviesa la calle para saludarnos por nuestro nombre ni el vendedor de ropa interior para damas de la esquina se acerque a pedirnos un autógrafo, existimos. Miles de cibernautas aquejados con el Complejo de Eróstrato se van sumando día con día a una babel virtual en la cual no se necesita de estar vivo para participar, muestra de ello es la reciente apertura de un Blog con el diario que George Orwell inició el 9 de agosto de 1,938 y finalizó en 1,942, lo irán posteando día por día como si fuera tiempo real, igual no hay escritor contemporáneo que se precie de ser tal que no tenga su propio Blog, quizá no todos los blogeros lleguen a ser tan celebres, pero al menos para cuando nos hayamos ido continuaremos siendo información que vaga, junto a toda la demás basura, por el ciberespacio sin un rumbo definido y nos iremos tranquilos, con la secreta esperanza de que probablemente en unos 200 o 300 años un improbable cibernauta anónimo mientras googlea en la Luna o en Marte se entere por casualidad de que alguna vez existimos…
Pero, ¿qué nos hace tan necesaria la participación en dichos espacios?, creo que la palabra básica es soledad, ese temor a vernos todas las mañanas ante el mismo espejo y ser los únicos espectadores de lo que sucede en nuestras vidas o ese silencioso temor de quedarnos en un limbo intelectual en el que únicamente nos leamos nosotros mismos, el ser humano hoy en día se siente más desolado que nunca y es cuando más compañía busca, cuando se está vacío por dentro se siente aún más el peso de la soledad, entonces que mejor que contar eso que somos, creemos o deseamos ser, en un espacio de alcance ilimitado, que nos permita, si no borrar, al menos amainar un poco esa profunda soledad, eximirnos del entorno y pasar a ser lo que internamente soñamos ser. Algunos, los pocos ajenos al fenómeno, se preguntarán qué sentido tiene configurar espacios que nada más salir de la habitación se quedarán confinados a una pantalla y a una red intangible, pues simple y sencillamente es una forma de negar la nada, una formula personal de llenar ese secreto resquicio que muy adentro nos carcome incesantemente, que no es el temor a la muerte en sí, sino el temor a dejar de ser, el temor a pasar a ser parte del inventario de eso que llamamos La Nada, el ser humano respondiendo a esa necesidad perpetua de trascender para no desaparecer en medio del más inmisericorde anonimato, transmite sus ideas, o la total falta de las mismas, según sea el caso, hacia otros seres igual de anónimos, contactos distantes que nos recuerdan que, aunque el vendedor de caramelos no se atraviesa la calle para saludarnos por nuestro nombre ni el vendedor de ropa interior para damas de la esquina se acerque a pedirnos un autógrafo, existimos. Miles de cibernautas aquejados con el Complejo de Eróstrato se van sumando día con día a una babel virtual en la cual no se necesita de estar vivo para participar, muestra de ello es la reciente apertura de un Blog con el diario que George Orwell inició el 9 de agosto de 1,938 y finalizó en 1,942, lo irán posteando día por día como si fuera tiempo real, igual no hay escritor contemporáneo que se precie de ser tal que no tenga su propio Blog, quizá no todos los blogeros lleguen a ser tan celebres, pero al menos para cuando nos hayamos ido continuaremos siendo información que vaga, junto a toda la demás basura, por el ciberespacio sin un rumbo definido y nos iremos tranquilos, con la secreta esperanza de que probablemente en unos 200 o 300 años un improbable cibernauta anónimo mientras googlea en la Luna o en Marte se entere por casualidad de que alguna vez existimos…