nuestra secreta reticencia a aceptar la transitoriedad

Luego de un par de días de búsqueda me dio por ver en sitios alternos, y sí, justamente en otro sitio donde guardo otro tipo de papeles, relacionados con la música metal, encontré un grupo de periódicos, en los cuales tampoco estaban los que aún busco, pero sí un articulo escrito por Sergio Morales Pellecer, acerca de la editorial X y uno de Alejo Schapire acerca de Michel Huellebecq, ambos en elAcordeón y del 2,001, lo lamentable del hallazgo es de que ya las polillas se me habían adelantado y habían comido buenas partes de estos artículos, afortunadamente y como prueba fehaciente de mi obsesión, al continuar husmeando noté que se podría decir que tenía back-up de los mismos, pues tengo dos ejemplares de cada uno.
Lo anterior me hace caer, una vez más, en ese asunto de nuestra obsesión por evadir nuestra transitoriedad como humanos, como seres efímeros pertenecientes a un tiempo perecedero, algo que pretendemos si no negar al menos amainar mediante la escritura de diarios, libros o, como en mi caso, mediante la acumulación de discos, periódicos, cartas y libros, cosas que además con la llegada de la era digital irán sin duda quedando atrás, pero aún con esto, siempre existirá ese deseo por atesorar lo que algún día fuimos, por recordar, mediante objetos, a esas personas con las que estuvimos y de igual forma dejar rastros de que alguna vez existimos, es esta en esencia la parte que nos duele cuando dichos rastros desaparecen y se pierden.

La existencia resulta siendo un incomprensible laberinto del cual nadie quiere escapar, aún si, como J.D. Salinger, el ser humano trata de ocultarse de los demás, deja siempre un leve rastro mediante el cual hacerse perceptible y más aún, no importando cuanto se oculte ni que tan lejos se vaya, siempre llevará dentro de sí eso que es memoria, eso que alguna vez fue, eso que en cada documento que atesora cree poder retener y sin embargo no es así.